por Thierry Meyssan
Una de las cosas que han decidirse durante la preparación de la conferencia Ginebra 2 es cómo va a escribirse la historia de Siria. Las potencias de la OTAN y las monarquías del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) pretenden imponer su propia versión de los hechos, lo cual les daría una importante ventaja al sentarse a la mesa de negociaciones. Eso explica la avalancha de artículos y reportajes recapitulativos que están apareciendo últimamente en la prensa occidental y en los medios del Golfo.
Los occidentales y el CCG afirman que la crisis siria es una prolongación de la «primavera árabe». Según ellos, el «régimen de Bachar» reprimió a sangre y fuego las aspiraciones democráticas de su pueblo. Y entonces la OTAN y el CCG tuvieron que intervenir en aras de proteger a la población civil.
La realidad es muy diferente. Estados Unidos había planificado la destrucción de Siria durante una reunión realizada en Camp David… el 15 de septiembre de 2001. Los preparativos comenzaron con la adopción de la Syria Accountability Act, el 12 de diciembre de 2003. Washington trató de precipitar la guerra contra Siria imponiendo, primeramente, la adopción de la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU, asesinando después al ex primer ministro libanés Rafic Hariri y acusando directamente al presidente Assad de haber ordenado ese asesinato. Cuando ese escenario fracasó, Estados Unidos puso la guerra contra Siria en manos de Gran Bretaña y Francia, países que iniciaron sus propios preparativos con la firma del Tratado de Lancaster House, el 2 de noviembre de 2010. Pero la señal de inicio de las operaciones contra Siria la dio Estados Unidos, desde El Cairo, a principios de febrero de 2011.
De febrero de 2011 a julio de 2012:
guerra de 4ª generación
A partir de esa fecha y a lo largo de 15 meses, la OTAN y el CCG desataron contra Siria una guerra de 4ª generación, enteramente basada en el dominio que ejercen sobre los grandes medios de difusión. Hicieron creer al mundo, incluyendo a los propios sirios, que el país entero se había sublevado, cuando en realidad las manifestaciones más importantes no pasaron de 5 000 personas. Utilizando francotiradores y comandos también hicieron creer que existía una sangrienta represión. Sin embargo, en marzo-abril de 2012, después de la caída del Emirato Islámico de Baba Amro, Nicolas Sarkozy se veía obligado a negociar la retirada de Francia; en mayo los sirios comenzaban a dudar de la veracidad de los reportajes de Al-Jazeera y en junio de 2011 Washington aceptaba su derrota en el marco de la conferencia de Ginebra.
Durante ese periodo, los combatientes eran fundamentalmente takfiristas sirios –3 000 de ellos cayeron prisioneros en Baba Amro– o profesionales extranjeros, sobre todo los miembros libios de al-Qaeda bajo las órdenes de Abdelhakim Belhaj. Juntos, esos elementos conformaban el Ejército Sirio Libre, bajo la dirección de oficiales británicos y franceses y con asistencia logística de Turquía.
Durante ese periodo, los combatientes eran fundamentalmente takfiristas sirios –3 000 de ellos cayeron prisioneros en Baba Amro– o profesionales extranjeros, sobre todo los miembros libios de al-Qaeda bajo las órdenes de Abdelhakim Belhaj. Juntos, esos elementos conformaban el Ejército Sirio Libre, bajo la dirección de oficiales británicos y franceses y con asistencia logística de Turquía.
De julio de 2012 a agosto de 2013:
la guerra nicaragüense
La elección de Francois Hollande como presidente de Francia y la nominación del sionista Laurent Fabius como ministro de Relaciones Exteriores de ese país reactivaron la guerra contra Siria. Con el apoyo de la CIA del general David Petraeus y basándose en la “experiencia” del embajador estadounidense en Siria, Robert S. Ford –ex asistente de John Negroponte en tiempos de la «guerra sucia» de Estados Unidos contra Nicaragua–, Francia dio entonces la señal de inicio de una nueva guerra contra Siria, ahora al estilo de la desarrollada contra la Nicaragua sandinista a mediados de los años 1980. Y la señal fue la reunión de los «Amigos de Siria» organizada en París el 6 de julio de 2012. Sólo 2 semanas después, un atentado de gran envergadura decapitaba las fuerzas armadas y de seguridad de Siria al acabar con las vidas de los principales miembros del Consejo Nacional de Seguridad. De inmediato, 40 000 yihadistas extranjeros, con el apoyo de algunos miles de sirios y bajo las órdenes de oficiales franceses y británicos, se lanzaban al asalto de Damasco. Aquel fue el momento de la verdad. Los sirios, hasta entonces muy pasivos, ayudaron a su ejército en la defensa de la capital y el invasor fue rechazado. Vino después un año de guerra cruel y sangrienta que causó más de 100 000 muertos.
Durante esa etapa, Estados Unidos se mantuvo al margen, permitiendo que sus aliados se ocuparan de hacer el trabajo en el terreno. Como máximo, Washington trató de presionar a Qatar y Arabia Saudita para limitar la presencia de yihadistas y favorecer la de los mercenarios laicos. Se abrieron centros de reclutamiento en Túnez y Afganistán y se organizaron puentes aéreos desde Libia y Yemen para el traslado de decenas de miles de yihadistas que venían a morir en Siria. Al igual que en Nicaragua, hubo sirios que los apoyaron. Pero esos sirios se destinaron más bien al control de las «zonas liberadas» que al combate frontal contra el ejército regular.
La elección de Francois Hollande como presidente de Francia y la nominación del sionista Laurent Fabius como ministro de Relaciones Exteriores de ese país reactivaron la guerra contra Siria. Con el apoyo de la CIA del general David Petraeus y basándose en la “experiencia” del embajador estadounidense en Siria, Robert S. Ford –ex asistente de John Negroponte en tiempos de la «guerra sucia» de Estados Unidos contra Nicaragua–, Francia dio entonces la señal de inicio de una nueva guerra contra Siria, ahora al estilo de la desarrollada contra la Nicaragua sandinista a mediados de los años 1980. Y la señal fue la reunión de los «Amigos de Siria» organizada en París el 6 de julio de 2012. Sólo 2 semanas después, un atentado de gran envergadura decapitaba las fuerzas armadas y de seguridad de Siria al acabar con las vidas de los principales miembros del Consejo Nacional de Seguridad. De inmediato, 40 000 yihadistas extranjeros, con el apoyo de algunos miles de sirios y bajo las órdenes de oficiales franceses y británicos, se lanzaban al asalto de Damasco. Aquel fue el momento de la verdad. Los sirios, hasta entonces muy pasivos, ayudaron a su ejército en la defensa de la capital y el invasor fue rechazado. Vino después un año de guerra cruel y sangrienta que causó más de 100 000 muertos.
Durante esa etapa, Estados Unidos se mantuvo al margen, permitiendo que sus aliados se ocuparan de hacer el trabajo en el terreno. Como máximo, Washington trató de presionar a Qatar y Arabia Saudita para limitar la presencia de yihadistas y favorecer la de los mercenarios laicos. Se abrieron centros de reclutamiento en Túnez y Afganistán y se organizaron puentes aéreos desde Libia y Yemen para el traslado de decenas de miles de yihadistas que venían a morir en Siria. Al igual que en Nicaragua, hubo sirios que los apoyaron. Pero esos sirios se destinaron más bien al control de las «zonas liberadas» que al combate frontal contra el ejército regular.
De agosto de 2013 a este momento:
el fracaso de la OTAN
Ante su nuevo fracaso, las potencias de la OTAN y el CCG trataron de sortear el obstáculo que representan los vetos de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU. Organizaron para ello un crimen que iban a revestir de un enorme alcance simbólico para justificar así una intervención internacional destinada a proteger a la población civil. Así podían terminar bombardeando el país, como ya lo hicieron en Libia.El ataque químico de la Ghoutta, perpetrado el 21 de agosto de 2013, fue organizado por la OTAN. Las armas químicas llegaron a la periferia de Damasco provenientes de un cuartel turco y los medios de difusión ya utilizados anteriormente para promover la guerra fueron nuevamente movilizados para dar a aquel incidente más realce que a todo lo ya ocurrido hasta aquel momento.Pero, ante el despliegue imprevisto de la flota rusa a lo largo de la costa siria, el Pentágono se habría visto obligado a concretar el ataque desde el Mar Rojo, o sea sobrevolando Jordania y Arabia Saudita, lo cual habría implicado a sus aliados en la guerra. Después de renunciar a implicarse en un conflicto regional, la diplomacia estadounidense se esfuerza ahora por preparar la realización de la conferencia Ginebra 2.
Ginebra 2
La conferencia Ginebra 2, que probablemente tendrá lugar a finales de enero de 2014, vendría a poner fin a 3 años de guerra. Según la versión de los hechos que logre imponerse, Siria habrá atravesado una guerra civil o habrá salido victoriosa de una agresión extranjera.
Pero, en realidad, son los dirigentes occidentales y los emiratos del Golfo los responsables de la guerra y los culpables de la muerte de 120 000 sirios y de decenas de miles de yihadistas.